En jarrito y con piquete
Por: Yolanda García González
Sin duda alguna, su aroma es el perfume que acompaña los fríos días de diciembre y nos evoca diversos recuerdos y emociones.
El ponche es, desde hace muchos años, una rica herencia de la cocina mexicana. Como tal, está lleno de historias y mestizajes que lo han ido enriqueciendo para convertirlo en la reconfortante bebida que hoy día conocemos.

Disfrutar una taza de este elixir es hacer un viaje por el tiempo. Si separamos todos los ingredientes que se necesitan para preparar un ponche, fácilmente podremos ubicar las fusiones que lo han ido componiendo a través del tiempo.
¿Y de dónde viene?
La palabra en sí es un vocablo que proviene del inglés punch, una bebida que se hace mezclando cinco ingredientes: ron, de ahí la costumbre del piquete, agua o té, limón, azúcar y especias. Esa preparación, que conocieron los marinos de las compañías navieras que comerciaban hacia la región de la India, se comenzó a preparar en Europa a mediados del siglo XVII y de ahí, su posible traslado a las colonias americanas.
Tal vez ese no sea el único camino. Las referencias al ponche lo sitúan en diversas partes del occidente y sudeste de Asia. Esto podría dar otra ruta de entrada de la bebida a nuestro país a través del Pacífico, lo que, por ejemplo, explicaría la incorporación del tamarindo, la canela y las frutas deshidratadas como base de diversas recetas mexicanas.
Ponche, bebida mexicana por excelencia.
Desde luego que el proceso de mestizaje incluye productos propios de nuestra región como el infaltable tejocote o manzana de la tierra como fue descrita por los cronistas del siglo XVI, y la guayaba, una de las frutas ácidas, arraigada en la región mesoamericana.
Otro momento del ponche en México fue durante las primeras décadas del siglo XIX, cuando las nuevas recetas traídas por los ingleses se fueron popularizando en tertulias y bailes de salón. Unos años después, la literatura costumbrista mexicana nos permite ubicar menciones de esta bebida siendo parte esencial de las fiestas aristócratas de la época pero también como un elixir medicinal acostumbrado para combatir el frío.
En los años cincuenta del siglo XX, la moda del ponche vuelve, ahora con una cara más estadounidense. Con base en agua o leche, con o sin alcohol, la bebida se volvió popular, a tal punto, que las familias mexicanas contaban con su propio juego de ponchera y servicio de tazas con estilo chic que presentaban en reuniones y fiestas navideñas.

Así es como se ha ido conformando una de las bebidas más añoradas de los mexicanos. Con el paso del tiempo, se ha ido creando un maridaje propio de nuestra cultura culinaria, que resume, en sorbitos, siglos de historia y tradición.
Fuentres: Ignacio Manuel Altamirano, Clemencia y Navidad en las montañas. RAE, 2001 https://www.rae.es/drae2001/ponche